Como ahora, hay muchas ocasiones en que me viene la nostalgia. Ahora es una de las ocasiones jaja. Como todas las personas tengo problemas, familiares, de trabajo, de estudios bla bla bla. Pero ahora me viene la nostalgia y necesidad de hablar de los dolores humanos.
Todos los días nos levantamos con la idea de que todo debe ser bueno y estar bien pero no siempre nos resulta. Todos los días debe haber un ánimo para que lo que estemos desarrollando lo hagamos bien, todo debe estar perfecto debido a que el resto puede hacerlo mejor que uno. No hay malas noticias (entre nosotras/os mismos no decimos lo mal que podemos estar).
Acá en Chile hemos pasado a ser interrumpidos por nuestra Tierra. Me refiero a la Tierra de todas y todos, no a la tierra que nos respecta pisar a nosotros acá. Se nos interrumpió todo, absolutamente todo, incluso nuestras necesidades más básicas como ir al baño normalmente o beber agua o tener energía electrica durante las noches para hacer lo que siempre se nos daba la gana. Nos detuvimos por más de un mes y supimos como era que antes la gente lo hacia para vivir, y quizás más tranquilamente que ahora. A pesar de que acá los días eran más cortos había algo entrañable como lo es el parar, detenerse para comunicarse entre personas que antes jamás se hubiesen hablado. No digo que la neurosis y psicosis social no estuviese presente pero al menos todas las personas lo hablaban y lo decian y hasta lloraban en público. Fue de cierta manera un desahogo colectivo en algunos momentos. Todos sabian que el resto padecía los mismos problemas que el resto de las familias y una misma. Antes de algo así, todo hubiese seguido el curso de nuestros destinos inquebrantables, solitarios y proyectados sin problemas.
Somos indolentes en realidad. Muy indolentes pues sólo cuando tenemos problemas que pueden verse reflejados en los de otros nos acordamos que existen y son dolorosos. Acá en Concepción aún hay muchos y no tendrán solución inmediata como lo rápido que estamos acostumbrados a vivir. Así se pudo comprobar los primeros dos días despues del 27 de Febrero. Seguimos indolentes más aún considerando que acá pienso que estamos más o menos bien ya que la cantidad de víctimas no fue tal como ocurrió en Haití. Somos indolentes porque algunos tenemos lo que queremos y otros aún no tienen nada. Somos indolentes porque debe suceder uno o dos o tres terremotos para darnos cuenta de las carencias que tenemos tanto materiales como afectivas. Un abrazo en esos momentos era indispensable. Somos indolentes porque América Latina es un sector semi pobre y algunos en vías del cuestionable desarrollo donde nos gastan el aire que nadie se digna a recuperar. Somos indolentes porque existe un continente entero que siempre ha tenido las carencias que nosotros en un sólo gran terremoto pudimos percibir, la carencia de agua, salud, comida, abrigo. Somos indolentes porque aún consideramos que la Educación debe ser competente (de competencia y venido de la economía) de la cual no todos estan dispuestos a dar su brazo a torcer por aquellos con dolores tales como la sed y el hambre.
En lo más profundo de mi alma siento que haber pasado por tales circunstancias nos ayuda a dilucidar la magnitud de las carencias que viven otras personas absolutamente todos los días del año, no sólo en un terremoto o un desastre natural.
Lo que más quiero con esto es que recordemos que el dolor existe... siempre existe y parte por nuestras carencias del alma...
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