martes, julio 28, 2009

Tomando un lápiz

Una vez me preguntaron cuando tenia unos 15 o 16 años cómo es que podia dibujar tan bonito y para eso tuve una respuesta, la más sencilla y hasta tonta... "TOMANDO UN LÁPIZ" ... jaja y puede parecer absurdo pero el resto va por añadidura ya que si se sabe apreciar el mundo... con mayor razón se puede plasmar....

cariños
Chani


(dibujo mio: Roxana Becerra ) :P jaja

lunes, julio 13, 2009

Tráfico de Órganos




tráfico de organos Crónica sobre vender órganos de un cuerpo joven.

En Chile el tráfico de órganos no es tema. No es un problema. Que aquí, eso de despertar un día sin un riñón o sin córneas, por ejemplo, es una cosa que le pasa a uno que otro mendigo, dicen, de vez en cuando y por ahí. Que aquí, en Chile, no hay manera de que exista una compra y venta de partes del cuerpo de unos, en buen estado, por el buen dinero de otros, en mal estado. Que todo lo que se oye no son más que mitos. Pero si un día subes un aviso en internet que ofrece vender un riñón, entonces esperas y el misterio se acaba. Después de todo, vivimos en un lugar donde la oferta y la demanda mandan. Una sociedad libre. Y el cuerpo es mío. “Vendo mi riñón”, escribí. Y puse mi correo-e. Puse un precio: 20 millones de pesos. Sabía lo que decían las eminencias en trasplantes sobre esto: que aquí no hay tráfico, que es un mito, que no pasa nada, que en Chile está todo tranquilo y controlado. Sabía que cobraba caro para el mercado: algunos ofrecen su riñón por 80 mil pesos, cualquiera puede venderlo en 10 millones, pero no olvidé un cliché que es un hecho: el consumidor asocia mayor precio con mejor calidad. Y no sabía mucho más. Veinte grandes por un riñón vivo y desconocido y algo carreteado, pero joven aún, creo. Si lo quieres, pagas y te lo llevas. La esencia de todo el sistema. Subí la frase y esperé a ver qué pasaba. Publicar un aviso así es ilegal, el que lo publica puede ser considerado un intermediario en la transacción y, legalmente, es peor que vender el riñón. Por eso no se ven de estos avisos en los diarios o en los sitios que compran y venden, por ejemplo, casi nunca, y por lo mismo duran poco publicados en la red. La ley 19.451, la Ley de Transplantes chilena, establece que la donación de órganos o tejidos es un acto de generosidad y altruismo; ergo: se puede hacer, pero no corresponde recibir dinero por ellos. La ley prohibe así el tráfico de órganos. La ley sanciona el tráfico de órganos con penas que van desde las multas en pesos a presidio menor en su grado mínimo, o sea, entre 60 y 541 días de encierro, para el que vende y para el que compra un riñón, un pulmón, un hígado, una córnea, un páncreas o un corazón. La misma condena pero aumentada en dos grados es la que corre para el que hace el negocio por cuenta de terceros. El intermediario paga triple. Mi aviso no contenía detalles. Yo solo esperaba que alguien quisiera lo que yo tenía para vender. Mi aviso sobrevivió seis horas y trece minutos antes de que lo bajaran. Seis horas no me parecían suficientes. Dejé pasar un par de días y revisé mi correo, y nada. Dejé pasar otro día. Y nada. Yo no estoy desesperado. Los desesperados son otros, los tipos y tipas que de pura angustia llegan a pensar que la idea de vender uno de sus riñones para pagar las deudas y comer bien un rato más, es una súper buena idea. La mejor idea. La única salida. Como Verónica Urbina Gallegos, una mujer de Cerro Navia, de 42 años y que trabajaba en el Persa Estación, madres de nueve hijos, que el 4 de mayo de 2004 publicó esto en el sitio economico.cl: “Mujer completamente sana vende su riñón para ayudar a sus niños y esposo que tiene cáncer. No tenemos para médicos. ¡Ayúdanos! Estoy sola y desesperada. Llama ya”. Su esposo, Sergio Orellana, de 50 años de edad, tiene hace años la cara deformad y la lengua casi totalmente extirpada producto de un cáncer bucal. “Estoy dispuesta a ir a la cárcel por ayudar a mi marido”, le decía la señora Verónica al diario La Cuarta en esos días. Lo que cuentan hoy los vecinos de la población Las Torres es que Verónica Gallegos recibió un correo a los dos días de publicado el aviso. Luego, un llamado al celular y luego una oferta desde la República Popular China: 30 millones de pesos chilenos por uno de sus riñones. El precio en pesos, en el mercado chino, bordea los 80 millones. El comprador chino lo quería para un niño. Los Orellana Urbina se mudaron repentinamente de la población en septiembre de ese año. No dejaron su nueva dirección. No se despidieron de nadie. O como Any, de 45 años de edad, de Osorno, que hoy ofrece su riñón en seis millones de pesos. Conversables, dice. “Deseo vender mi riñón, pues poseo buena salud y deseo que si esto resulta, necesito alojo para mamá, mi prima y un niño si es fuera de Osorno. Deseo salvar mi casa. El precio no incluye gastos de medicamentos, hospitalización ni alojamiento para mi madre y prima. Ellas dependen de mí”. O como Taty, de 34, de Valparaíso, que vende su riñón en 30 mil dólares. Ella dice: “Vendo urgente riñón. Señora totalmente sana. No bebo, no consumo drogas. Mamá sola de cinco hijos, sin trabajo y sin vivienda. Necesito sacar adelante a is hijos. Total reserva”. O como María Paz, quien dice hoy: “Hola a todos, les pido disculpas, pero la desesperación es más fuerte, por necesidad económica y cesantía vendo mi riñón, soy una mujere sana, RH positivo, vital, que en estos momentos no tiene cómo pagar sus cuentas y a mis 44 años por muy profesional que sea, me cuesta, ya que hay mucha gente joven y capaz que ya ha tomado nuestros lugares. Gracias y una vez más, les pido disculpas”. O como Miguel Delgado Contreras, de 36 años, de Antofagasta, que dice en otro aviso en la red: “Tengo tres hijos, mi esposa tiene una enfermedad terminal, estoy económicamente en la quiebra, ya no tengo qué vender. Gozo de muy buen estado de salud, no fumo ni soy bebedor. Si alguien está buscando un riñón A+, me gustaría”. Ahí están todos, visibles y vestidos con el traje desastroso que llevan los agentes del mercado de la desesperación. Los perdedores quieren ganar una vez. Los perdedores tienen una buena razón para rajarse la espalda y la guata, parar, cobrar y olvidar. Siete días de espera y recibo un correo: “Estimado señor o señora, le agradecería responder este correo a la brevedad, poniendo un número telefónico de contacto, para tratar asunto del aviso publicado por usted el 11-8-2006. Sin otro particular, saluda atentamente a usted, M.V.D”. Es la segunda vez que que veré a M.V.D. en 72 horas. El jueves nos tomamos un café en el centro de Rancagua. Ocurrió así: respondí el correo, anoté mi celular en él y el martes que pasó me llamó una voz grave y gastada, un ultra caballero que, con todo respeto, me saludó, me pidió discreción y una reunión, en Santiago, o en Rancagua mejor, donde él trabajaba, no sé en qué, no pregunté. Vi llegar al cuerpo de la voz gastada esa tarde de jueves al café que está en la esquina de la plaza de armas de Rancagua, puntual y forrado en un traje azul que se veía caro. No fue una charla. El tipo se sienta, suena suave, pide por ambos, no me pregunta, pide café y su ceño está arrugado como cuando uno está preocupado y sus uñas, bien limadas y bien limpias. Me mira y me interroga. ¿Cómo te llamas?, ¿cuántos años tienes?, ¿qué haces para vivir?, ¿cuánto pesas?, ¿qué comes?, ¿de dónde eres?, ¿dónde has vivido?, ¿por qué quieres hacer esto?, ¿has hablado de esto con alguien más?, ¿para qué quieres la plata?, ¿tienes familia?, ¿tienes hijos?, ¿no te arrepentirás de hacerlo a última hora?, ¿cuál es tu carnet?, ¿estás dispuesto a recibir menos de lo que pides?, ¿qué hora es?, ¿podemos vernos otro día?, ¿me dejas pagar? Y la frase para el bronce: “Yo hablo en representación de alguien que podría interesarse en lo que usted ofrece”. Respondí a todas. Mi historia es simple y copiada: quiero el dinero para salvar a mi familia. El tipo anotó la cita en su agenda. Y se fue con su maletín. No sé quién es.

Extracto de “Crónicas de un subnormal para gente inteligente“.
(fuente en título)


saludos
Chani

domingo, julio 12, 2009

Mujeres violentadas: El delito en contra de la dignidad


Sólo bastó conversar. Pero en fracción de minutos una cachetada incompetente cae encima del rostro. Se siente observada. Siente que le han violado su dignidad. Sin querer, es una más del 50,3% de mujeres que han vivido violencia intrafamiliar.

La señora Silvia mira orgullosa el cuadro de la presidenta. “¡Por fin una presidenta mujer! –exclama con una sonrisa dolorosa. A la señora Silvia le duele sonreír; pero no porque no le guste la presidenta; sino porque en su labio inferior aflora el tono lila del golpe impartido por su cónyuge. “Es que él es alcohólico”- ¿y?- “Es que no sabe lo que hace”.



Error. En mi “chip” de cabeza no aflora el comprender lo que la señora Silvia dice ¿no sabe lo que hace?...no entiendo… ¿por eso le pega? Dios mío. Silvia es una más del gran porcentaje de mujeres violentadas, muchas de ellas sin decidir dar el gran paso de parar el abuso y terminando lamentablemente en víctimas de parricidio-es decir- asesinadas a golpes u de otra manera por el esposo o pareja. Pero se necesitaba aclarar el porqué. La señora María Cecilia, mi entrevistada y otro ejemplo de violencia intrafamiliar, con una mirada abierta y un pensamiento claro lo reafirma. La entrevista fluye. Mi corazón se aisló de la periodista fría y consecuente. En realidad estaba en carne viva. Comienza la entrevista. Con una simple presentación la señora María comienza diciéndome su nombre y sus aparente 58 años de existencia, además me señala que tiene 3 hijos y de ellos 8 nietos. Primer signo raro. Me explicita con mucha confianza sus cosas.

Pero dejo que esta situación fluya. Con aparente “tranquilidad nerviosa” comienzo el interrogatorio ingrato de todo periodista. Pregunta - respuesta es lo común. No tuve nunca en cuenta una sonrisa.


Difícil tarea. La señora María Cecilia es una mujer violentada hace 40 años, en los que hace 2 comenzó a asistir al centro que según sus palabras la “hizo ver la luz”; el centro de ayuda a la mujer llamado “Liwen”. Este centro cuenta con programas de ayuda a las mujeres- principalmente violentadas- y que necesitan volver a reformular su vida, a través de competencias a desarrollar como la que realiza la señora María Cecilia en torno a la confección de sábanas y cortinas, la cual es su motor económico actual. El centro Liwen cuenta con ayuda psicológica y judicial entre otros.

Pero se rompe el hielo al señalar el “lugar iluminado” de la señora María, de un momento a otro he quedado yo también pensando en como salvaguardar ésta situación de darme y te doy, pero siempre con un matiz de distancia.



Es difícil la situación. “Me golpeaba”, “abusaba de mí, sexual y psicológicamente”, “en realidad él ocupó todo para dañarme” son los signos claves de su tristeza y melancolía. Yo sumada en eso, sólo me atrevía a escucharla. Sin querer, había ciertos silencios en los que nos hundíamos las dos…en realidad más ella que yo.

La labor de los medios: “el tira y afloja” La reflexión está abierta. ¿Cuál es la labor de los media en torno a la cobertura de la violencia y específicamente la violencia en contra de la mujer? Según la periodista a nivel nacional del SERNAM (Servicio Nacional de la Mujer) Mónica Silva, “el sensacionalismo en los medios en torno a la violencia, perjudica; ya que disminuye la capacidad de asombro, otorgando también a la televisión la labor de ser un “arma de doble filo” en esta materia” la comunicadora social además aduce la labor periodística enfocada al área de la responsabilidad social y ética del periodista. Tema aparte es a lo que se refiere al momento de realizar un análisis en la agenda temática y en el tratamiento de la información en el Seminario de violencia y Medios de Comunicación realizado hace unas semanas. Mirando seriamente a un público (principalmente femenino e interesado sobre la temática) torna su crítica frontal sobre el diario de circulación nacional “La Cuarta”, señalando a través de un proyector, títulos sugerentes a la burla “en un tema tan serio y complejo como lo es la violencia”. Ciertamente los medios tienen algo que explicar. La otra parte, y en un ánimo tímido por la cobertura femenina de la sala, se encuentra Eleazar Garviso, periodista del Diario regional El Día. Menudo y con voz elaborada, se refiere a la cobertura pero enfocado al medio que representa. “es simple, el periodismo rojo ayuda a vender diarios” “es duro decirlo, pero la sangre vende” silencio en la sala... ¿Alguna pregunta? No, pregunta no, una crítica sí. Da para reflexionar. Cifras sobre violencia: más que datos cuantitativos

El tema es cada vez más complejo. Sin querer, la señora María Cecilia forma parte de un universo de cifras representativas en torno a la agresión. Es parte por ejemplo del 88,4% de violencia hacia las mujeres, además de ser del clan del 50% de estas que luego de la denuncias dan un pie atrás, en el caso de ella, porque piensan que así mantendrán unida a la familia. Además de ser parte de un grupo que logra descendencia de agresores y agredidas, por la misma situación familiar. La señora María, en el momento que hablamos sobre esto, mira la ventana fijamente y humedece sus ojos de una manera casi inconsciente. La laguna a la que sin querer entramos está ahogándonos.
Ley 19.325: ¿será suficiente?

Es simple. Tanto la señora Silvia como la señora María tardan años en denunciar. ¿Por desconocimiento? ¿Por miedo? Respuesta: por ambas. Al momento de romper el difícil paso a la denuncia, ambas mujeres destinaron su tiempo y sus ganas a informarse. Ley 19.325 sobre violencia intrafamiliar fue su solución. Está ley prácticamente nueva en nuestra constitución tiene por objetivo “prevenir, sancionar y erradicar la violencia intrafamiliar y otorgar protección a las víctimas de la misma”. Dicha ley, regula a través de los tribunales de familia, una asesoría para la víctima. Pero…¿Cuál es la sanción?¿cuál es el precio que tiene que pagar el agresor con todo el daño que su acción implica? Según la legislación la sanción que tiene es que el condenado “deberá acreditar el pago de la multa dentro de los cinco días siguientes a la fecha de la notificación de la sentencia, a menos que el juez, por motivos fundados, prorrogue dicho término hasta por quince días”.¿será suficiente para no llegar a la instancia de un parricidio? Sin duda, tanto la señora Silvia, como la señora María Cecilia son casos para reflexionar en torno a la sanción. “Pero hija, que saco, si mi marido cuando lo denuncie a la vuelta me va a volver a pegar”. El poder mirarlo a la cara, diciéndole que usted tiene derechos puede ser una de las respuestas.

Escrito por : Verónica Carmona (enlace en título)

Chani